1 de mayo de 2013

La fe es venir, ver, comer y beber...




Se va la segunda!!! 
(La primera fue: http://buscandorespuestas.blogspot.com.ar/2013/04/la-fe-como-arrojarse.html)

Todo el Evangelio según san Juan es como una introducción a una lectura contemplativa. Una invitación a ir mirando los hechos y las palabras de Jesús de tal manera que el lector no se quede en la superficie de los hechos, sino que vaya más en profundidad y descubra que el que está hablando, y/o actuando, es el Hijo de Dios, igual al Padre.

Por ello, a san Juan no le interesa solamente narrar los hechos de Jesús como Mesías, sino algo más. Por eso habla de “signos”, no de “milagros” como los otros evangelistas. Y los “signos” son figuras que hay que profundizar y contemplar una y otra vez. 

Ahora bien, san Juan utiliza un lenguaje metafórico para hablar de la fe, sobre todo, le gustan las metáforas y las figuras que hablan de movimiento, por ej: venir, llegar, bajar, descender, ver, comer, etc. Veamos algunas:

Llegar a, venir a”: «El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.»[1] «…al que venga a mí yo no lo rechazaré»[2]. “Venir a Jesús”, es ir aproximándose a Jesús. Y nos muestra la receptividad de Jesús: Él nos recibe, no nos rechaza. Venir a Él da seguridad. Quedamos firmes en Jesús, nuestra Roca. Creer es venir, creer es llegar a Jesús. Creemos, no en el dios de los filósofos ni de los sabios: un dios allá arriba, totalmente indiferente, sino en el Dios que nos revela Jesucristo. Por eso llegar, venir, acercarse a Jesús, nos revela a Dios. Palabras y gestos de Jesús, son palabras y gestos de Dios…

Ver”: «Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna»[3]. «Y el que me ve, ve al que me envió.»[4] Se trata del “ver” como equivalente del “creer”. El “ver” pero no como quien ve estas letras, sino un ver en lo profundo, en el interior, ver quién es, y por eso la necesidad de contemplar. Es decir, no basta simplemente con “mirar”, sino que es necesario contemplar para ir metiéndose dentro y llegar a descubrir quién es este que estoy viendo. En el lenguaje de los “signos”, no basta con ver los “signos”, sino que hay que ver qué significan. Los signos nos llevan más allá. Estos “signos” fueron escritos para que ustedes crean que Jesús es el Hijo de Dios[5]. Y que Jesús es el Hijo de Dios no es visible para los ojos humanos…



Comer-beber”: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él»[6]. «El que tenga sed, venga a mí; y beba el que cree en mí»[7]. Comer y beber es tomar una realidad distinta de uno mismo e introducirla en el propio ser para convertirla en uno mismo. Lo que se ofrece para comer es el mismo Cristo. La fe se puede representar con el verbo “comer”, con el verbo “beber”. Por ejemplo, el comer se introduce con la imagen de la multitud en el desierto, llega la noche, están hambrientos, sin comer se puede morir. Lo mismo el beber: en oriente, en el desierto, acecha el peligro de la muerte (Antonio Abad). Tener hambre y tener sed, nos hablan de una situación casi podríamos decir desesperante, de muerte. Justamente lo que nos ofrece la fe es la vida («para que ustedes crean […] y creyendo tengan Vida»).

¿Pero de qué vida se trata?

Lo vemos en la próxima…



[1] 6,35
[2] 6,37
[3] 6,40
[4] 12,45
[5] cf. 20,31
[6] 6,54-56
[7] 7,37-38