23 de febrero de 2005

Gloria a Dios!!!

La oración del Gloria tiene un particular sabor a cielo. Es como introducirnos en la intimidad de Dios, saltando de nuestro corazón al suyo, con un canto alegre y vibrante. Es una invitación, en toda regla, a dejarnos llenar de gozo en un Dios que descubrimos como ser personal, uno en esencia y trino en personas. Con el gloria hacemos eco a los ángeles que desde la eternidad y para la eternidad santifican y glorifican a Dios. Todas las criaturas están llamadas a eso: a glorificar a Dios. Cada una de ellas, siendo lo que es, canta a su creador. Es una invitación que les hace el Todopoderoso: “criaturas del Señor, bendecid al Señor”. Es como un rumor que pone música al coro de los ángeles. Pero el hombre tiene que interpretar también la partitura escrita por Dios uno y trino, para hacer que esa sinfonía se eleve de la tierra al cielo.
Toda la creación está expectante, como dice San Pablo, esperando la plena manifestación de los hijos de Dios. El hombre, descubriendo quién es, y siendo quien está llamado a ser, glorifica a Dios. Y sale de sus labios eso que los ángeles dicen con entera libertad, porque conocen y aman perfectamente a su creador, y no pueden quedarse callados. Los hombres quizá lo hayan descubierto tratando a los ángeles: que hay que glorificar a Dios, que como criaturas libres, exaltan su libertad glorificando al que les ha hecho libres para amar.
¿Qué podemos hacer sino quedarnos con la boca abierta ante Dios? El Gloria es eso: una oración corta y sencilla, pero clara y contundente. Es la oración de un corazón que se eleva al cielo y se abre en confidencia a Dios recociéndole tal y como es.
Todo se hace alabanza a la Santísima Trinidad: Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

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