2 de junio de 2005

Del diario...

Gracias a Dios, ya es cosa bien sabida en estos tiempos que nadie puede desconocer los derechos humanos de una persona, y esto simplemente porque ellos no dependen del juicio de otro hombre. Sería demencial y anticuado pensar hoy en día que los derechos humanos de otro individuo son una cuestión que cada uno debe resolver en conciencia, pudiendo libremente reconocerlos o avasallarlos. Quiero decir: los derechos de otra persona no dependen de mí, ni mis derechos están a la disposición de otra persona.Así las cosas, resulta un sinsentido pensar que el aborto es una cuestión que cada uno debe evaluar en su propia conciencia. Pues, o los no nacidos no son personas humanas -y por tanto ni tienen derecho a la vida, ni la conciencia debe tomarse ninguna molestia en suprimir ese "lo que sea" que lleva una mujer en el embarazo- o, los no nacidos son personas, y entonces sus derechos, incluido el de nacer, no pueden ponerse a disposición de la conveniencia de otro hombre.

La ciencia ha llegado a la conclusión de que durante el embarazo y desde la unión del óvulo con el espermatozoide, hay en el vientre de la mujer una individualidad diferente y distinta, aunque dependiente, de la madre que lo lleva. Si hay un ser distinto, con sus características genéticas propias, que vive y crece, es claro que es persona. Persona en formación, pero persona al fin. Y como tal tiene derechos. Y estos derechos no los puede desconocer nadie, ni el Estado, ni un médico, ni la madre.

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