10 de marzo de 2013

Y comenzó la fiesta...



Cuando todavía estaba lejos, 
su padre lo vio 
y se conmovió profundamente; 
corrió a su encuentro, 
lo abrazó y lo besó. 
(Lc 15,20b)


La parábola de hijo pródigo, o mejor –y más justamente dicho- la parábola del padre misericordioso, es sin duda alguna, una de las páginas más bellas de la Sagrada Escritura. Muchos comentarios excelentes se han escrito sobre ella, ríos de tinta corren por el mundo haciendo resonar el eco de esta exquisita y penetrante parábola.

Hoy quisiera simple y sencillamente contemplar este versículo 20 (b).

Se produce el encuentro. Miseria y misericordia conviven. No hay palabras, no hay diálogo. No hay reproches, ni “echadas en cara”. No hay gritos ni vueltas de cara. Es el silencio del amor incondicional. (Repito, a ver si de una buena vez… ¡incondicional!) Es el gesto eterno de las entrañas de misericordia. Encuentro en silencio. Y quizás, por qué no, lágrimas. Silencio y lágrimas. Lágrimas, no por el vacío y la oscuridad del pecado experimentado en ese “país lejano”, sino lágrimas por el amor no correspondido, lágrimas por un “Dios tan bueno y tan grande como Vos”.

Si derramase lágrimas por sus miserias, por caer en la cuenta de que no es “perfecto”, de que las cosas le salen mal, o por vergüenza, etc., aún seguiría en el país lejano… o al menos cerca de la frontera… Porque sigue siendo su propio dios, su dios-yo, y el orgullo herido… las causas de las lágrimas soy yo-dios. No. Son lágrimas que provoca el Amor de verdad. Aquí se puede sacar mucha punta…

Lo último. En el silencio, al menos en esta oportunidad, hay movimiento. No hay palabras ni diálogo en este versículo… ¡pero cuántos verbos! Mirá:

Lo vio, se conmovió, corrió, lo abrazó, lo besó…

Qué hermoso es –y necesario-, especialmente para los que llevamos un Pelagio perfeccionista dentro, cerrar los ojos y abrirlos en aquella escena, en aquel momento, y quedarse allí... bajo la piel del hijo y la mirada del padre, que se conmueve y corre, nos abraza y nos besa.

Mi crítico interno –al que se suman varios rostros- (paranoias mediante:-) me dice: “sí pero…”. Lo sé, hay muchos “peros”, muchos “cuidado con esto”, muchos “no sé qué”. Sé que esto no es todo...

Pero dejame un ratito,
aunque sea un momento,
reposar en silencio,
sin palabras al viento, 
entre sus brazos y beso.


No hay comentarios.: