Cuando
todavía estaba lejos,
su padre lo vio
y se conmovió profundamente;
corrió a su
encuentro,
lo abrazó y lo besó.
(Lc 15,20b)
La
parábola de hijo pródigo, o mejor –y más justamente dicho- la parábola del padre
misericordioso, es sin duda alguna, una de las páginas más bellas de la Sagrada
Escritura. Muchos comentarios excelentes se han escrito sobre ella, ríos de
tinta corren por el mundo haciendo resonar el eco de esta exquisita y penetrante
parábola.
Hoy
quisiera simple y sencillamente contemplar este versículo 20 (b).
Se
produce el encuentro. Miseria y misericordia conviven. No hay palabras, no
hay diálogo. No hay reproches, ni “echadas en cara”. No hay gritos ni vueltas
de cara. Es el silencio del amor incondicional. (Repito, a ver si de una buena
vez… ¡incondicional!) Es el gesto
eterno de las entrañas de misericordia. Encuentro en silencio. Y quizás, por
qué no, lágrimas. Silencio y lágrimas. Lágrimas, no por el vacío y la oscuridad
del pecado experimentado en ese “país lejano”, sino lágrimas por el amor no
correspondido, lágrimas por un “Dios tan bueno y tan grande como Vos”.
Si
derramase lágrimas por sus miserias, por caer en la cuenta de que no es “perfecto”,
de que las cosas le salen mal, o por vergüenza, etc., aún seguiría en el país
lejano… o al menos cerca de la frontera… Porque sigue siendo su propio dios, su
dios-yo, y el orgullo herido… las causas de las lágrimas soy yo-dios. No. Son lágrimas
que provoca el Amor de verdad. Aquí se puede sacar mucha punta…
Lo
último. En el silencio, al menos en esta oportunidad, hay movimiento. No hay
palabras ni diálogo en este versículo… ¡pero cuántos verbos! Mirá:
Lo
vio, se conmovió, corrió, lo abrazó, lo besó…
Qué
hermoso es –y necesario-, especialmente para los que llevamos un Pelagio
perfeccionista dentro, cerrar los ojos y abrirlos en aquella escena, en aquel
momento, y quedarse allí... bajo la piel del hijo y la mirada del padre, que se
conmueve y corre, nos abraza y nos besa.
Mi
crítico interno –al que se suman varios rostros- (paranoias mediante:-) me
dice: “sí pero…”. Lo sé, hay muchos “peros”, muchos “cuidado con esto”, muchos “no
sé qué”. Sé que esto no es todo...
Pero
dejame un ratito,
aunque
sea un momento,
reposar
en silencio,
sin palabras al viento,
entre sus brazos y beso.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario