14 de enero de 2014

El Hombre es la medida de todas las cosas.



Muchas veces he presenciado conversaciones como éstas:

A: A mí no me gusta tal Papa.
B: Pero, disculpe usted, ¿qué ha leído de ese tal Papa?
A: No, la verdad…, nada…
B: ¿En qué se diferencia, pues, el Papa de cualquier modelo de pasarela? ¿No será más profundo decir: a mí no me gusta lo que dice –o escribe– tal Papa? Y aún más, ¿no será mucho más honesto preguntarse: es o no verdad lo que dice tal Papa, independientemente de que me guste o no?
A: Es usted rígido, además de conservador…
B: Esa es la famosa falacia ad hominem que paradójicamente confirma esta verdad…, o al menos no la desmiente. Es el aggiornadísimo modo de pensar que no desmiente ninguna proposición (verdadera), dado que por esencia no busca la Verdad.
A: ese es su modo de ver las cosas…
B: y ese es el escepticismo protagórico…

¿No es esto, tal vez, tan evidente como preferir el masajista al dentista, porque éste me coloca inyecciones, aunque necesite un tratamiento de conducto?… ¿No será esto, y no lo otro, ser rígido y conservador?

“El hombre es la medida de todas las cosas”, sostiene Protágoras. Yo soy la medida de todas las cosas, dice el necio en su interior (cf. Salmo 14,1). Y así, en la mentira más profunda, en el engaño gigantescamente miope, vive como el dictador del mundo del relativismo. “Soy yo quien establece la medida y la regla. Hago todo a mi imagen y semejanza…”.

Fuerza centrípeta y ciega, cual agujero negro que hace de todo cuanto a él llega: nada. Pluralismo de mercado, que en el fondo sólo busca comodidad y una palmada en la espalda.

Y a modo de cambalache digo:

Es cierto, la crisis es de Fe, y con ella (o porque ella), de Verdad y Humildad.
Lo escrito aquí vale para la sagrada liturgia, y –claro– para la música litúrgica, también para la moral y un largo, repito: largo etcétera.
Bendito el hombre que acerca los hombres a Dios y Dios a los hombres, al modo de Dios.

Qué hermosa experiencia de Dios, la de Job. Ese tremens vivido a flor de piel que nos coloca en el puesto verdadero y justo: humildes criaturas venidas del polvo… Con temor y temblor, sacudón de por medio, ahora sé en Quién he puesto mi confianza y por eso, me postro y adoro…

“Yo, la medida de todas las cosas”. Esta expresión es absolutamente cierta, cuando quien la afirma es Cristo. Cristo y sólo Él puede decir: Yo Soy la medida de todas las cosas, o en su equivalente: “el Hombre (con mayúsculas) es la medida de todas las cosas”. Tal como dice GS 22: Jesucristo manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación.

Hay un programa llamado “hablemos sin saber”… ¿fiel reflejo del hombre de hoy? ¿o de los monos con navaja? Yo lo llamaría mejor: “preguntemos, sin saber”… pero ya sé, esa es mi opinión…


1 comentario:

Toni dijo...

Genial ...
Más claro, hechale soda... sí, sí, ya sé... también, esa es mi opinión je...