13 de agosto de 2013

Un regalo en la JMJ: La Madre sonriente




Como aquél altar al “dios desconocido” entre tantos altares a los ídolos, como un verde y fresco oasis en medio del desierto del Sahara, ¡oh, Madre Teresa de Calcuta!, quisiste acercarme a ti en una sala de estos templos modernos a los que llamamos “shopping”. Sí, allí, en el sector "G3", la luz de Cristo brilla en las tinieblas. Allí fui sin dinero pero lo tuve todo. Incluso, de postre, nos regalaron una reliquia suya. ¡Solo Dios basta! 

Oración, sonrisa y sacrificio, son los tres pilares de la espiritualidad de este otro Cristo.

Una vez más la Providencia divina nos sorprende donde menos lo esperamos…

Estábamos en Brasil, en la bellísima Río de Janeiro, nos dirigíamos en ómnibus al hostel donde nos hospedaríamos ese día. En el viaje nos encontramos con tres hermanitas misioneras de la caridad, con su hermoso e inconfundible hábito (sari) blanco y líneas azules que rápidamente se asocian a la figura de la gran beata Teresa.

Las hermanitas nos dijeron que estaban haciendo una exposición sobre la Madre Teresa en el shopping “Mall do Sul” en el sector G3 y nos invitaron a visitarlo.

Personalmente no me entusiasman demasiado –en realidad ni un ápice- los shoppings, y mucho menos cuando me encuentro en un lugar que quiero conocer. Para ir a un shopping, voy en Mendoza, pensé. Así que, reconozco que no me llamó la atención la propuesta.

Gracias a Dios, al amigo entrañable con el que viajé sí que le gustó mucho la idea. Por lo que, luego de turistear un poco por Copacabana, y ya próximos a la hora de cierre del shopping, nos dirigimos hacia el “G3”.

Cuando entramos a la sala de exposición nos encontramos con muchísimos paneles que relataban la vida y anécdotas de la Madre Teresa. Y dado que mi entusiasmo era poco, le dije a mi amigo en una expresión condicionante: “no vamos a leer todo eso, ¿verdad?”. “Claro que no”, me respondió. Y con esa tranquilidad me dirigí hacia el primer panel.

Como infinidad de veces, las cosas no resultan como uno planifica. Al leer las primeras palabras, ya no pude dejar de leer todos y cada uno de los paneles. ¡La vida de esta gran mujer de Dios fue apasionante, atrapante! Y me dejé apasionar y atrapar. Ella se las tuvo que ver con muchas cosas muy duras y difíciles, pero conservando siempre una fe inconmovible. Sus últimos años, muchos, la hallaron en una gran sequedad espiritual y mucho sufrimiento… y sin embargo, seguía adelante…

¡Qué ejemplo para nosotros, para el mundo de hoy que se mueve por los “sentimientos” tan volátiles, cambiantes, pasajeros!

Allí estaban: su hábito y su sari, un humilde par de sandalias, un bolso de tela remendado una y mil veces, una réplica –evidentemente–de su habitación, etc.

Una pequeña viejecita, sencilla, pobre, despojada, arrugada, que revolucionó Calcuta y desde allí el mundo todo es distinto. Premio Nobel de la paz, pero, por sobre todo, premio Cristo de la santidad.

¡Qué pequeña y egoísta se ve nuestra vida cuando se la mira en el espejo de la Madre Teresa… qué fácil y cómoda resulta nuestra existencia confrontada con la de esta sierva felizmente sufriente… cuán llenos de “nadas”, de “estupideces”, de banalidades, resultan nuestros días frente a la que se vació totalmente de sí, para albergar a Cristo, para alimentar la sed de Cristo en sus hermanos más pobres entre los pobres!…

¡Oh, Señor, mirándola a ella te encuentro a Ti! Ya no vive ella, eres Tú quien la habita. ¡Qué hermosos son los pies de los que anuncian tu Paz! ¡Y qué contagiosos! Bonum, Verum, Pulchrum, diffusivum sui est.

Ojalá algún día, otros puedan decir de cada uno de nosotros: “mirándolo a él (a ella), ¡encontré a Cristo!”


Una mujer sonriente.
Una sonrisa que ilumina la tierra,
que derriba muros y borra fronteras.
Una sonrisa sin miedo a las arrugas,
contagiosa, serena.
Una sonrisa que desciende del cielo.
Una sonrisa decidora.
Esa sonrisa supera la muerte.
Esa sonrisa trasciende miserias.
Es la sonrisa de fiel servidora.
Una sonrisa que ilumina la historia.
Esa sonrisa proclama la aurora,
pregona la vida, la fe, la victoria.
 
Madre Teresa, Madre querida,
amada de Dios, su preferida.
A esos desamparados, hambrientos, desnutridos y mudos,
el Padre envió al Hijo en la Madre de muchos,
y la Madre fue al Hijo en los vagabundos,
agonizantes, malolientes, descartados del mundo.
Abandonados y pobres, esqueletos sin lujos,
allá fueron tus pasos, esperanza de los moribundos.

No hay comentarios.: