9 de agosto de 2005

Apariencias...

Primero una historia. Al comenzar el college en Estados Unidos, una alumna fue a estudiar a una ciudad distinta de la que vivía. Durante 3 meses no se comunicó con sus padres, hasta que llegó la esperada misiva, cuyo texto es el siguiente: “queridos padres: no quise escribir antes, para no dejarme llevar por las primeras impresiones. La vida en la universidad es tranquila… casi siempre. Ocurre que al poco tiempo de llegar se desató un incendio en mi dormitorio. Desesperada, salté por la ventana y me quebré una pierna. A mi pedido de auxilio acudió el empleado de la estación de servicio que funciona enfrente. Me llevó al hospital y me acompañó durante la internación. Como al salir la universidad no había reparado el dormitorio, el muchacho me ofreció que viviera con él. Nos enamoramos. Quédense tranquilos, nos casaremos antes de que se note. Su piel es un poco más oscura que la nuestra, y su familia se dedica al contrabando de armas… Bien queridos padres, calma: ni me rompí una pierna, ni estoy embarazada, ni me voy a casar con un negro. Sólo quería decirles que me bocharon en inglés y en matemáticas, y quería poner la noticia en perspectiva”.

De esta notable historia me estaba acordando el otro día, cuando al conocerse la estimación del INDEC de la tasa de inflación de julio pasado, se registró alivio porque “sólo” había sido de 1%, cuando se “esperaba” 1,4% (¿quién esperaba? Porque como bien me dijo un atento y agudo lector de Contexto, la realidad en materia de pronósticos es la meta inflacionaria incluida en el presupuesto 2005, y la formulada originalmente por el BCRA, que son de 8% diciembre contra diciembre, y ambas resultaron desbordadas por la realidad).

J C de Pablo

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