28 de marzo de 2005

Día del niño por nacer

Te condenaron a muerte, tu silencio y mi silencio.
Las gargantas en tumulto ante el Pretor somnoliento,
lapidaron con sus gritos el mármol de tu silencio.
¿Por qué te quedas callado, si eres el Divino Verbo?
Escupieron las gargantas alaridos a mi miedo.
Al oleaje de los gritos debí levantar mi pecho,
dique de amor y diamante, contra el torrente protervo.
Pero fui arena medrosa que no supe defenderlo.
Lo condenaron a muerte, su silencio y mi silencio:
uno, silencio de amor; otro, silencio de miedo.

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