16 de diciembre de 2004

Camino de Santiago

No está de más... un artículito que escribió Enrique Cristofani (presidente del Bco Río)


Meses atrás, junto a mi mujer y con un grupo de amigos, tuvimos el privilegio de hacer el Camino de Santiago, verdadero contacto con los orígenes apostólicos de nuestra tradición cristiana.

Se denomina así, Camino de Santiago, por ser la ruta que conduce a la tumba del apóstol, la que se encuentra en la misma catedral de la ciudad que lleva su nombre: Santiago de Compostela. En el siglo IX, durante el reinado de Alfonso II, se determinó el sitio en que el santo había sido inhumado, en los alrededores de Padrón, próximo a Finisterre, lugar que debe su nombre a la creencia de que hallaba en el fin occidental de la Tierra. Es el final del recorrido que realizó el apóstol en su misión evangelizadora.

Santiago de Compostela, desde ese descubrimiento, se convirtió en un centro de trasvasamiento cultural y en uno de los más grandes destinos de peregrinación del mundo. Como el recorrido se efectúa a través del campo (per agrum, en latín), a quienes concurrían se los empezó a llamar "peregrinos".

Así, el Camino de Santiago ha significado una valiosa vivencia personal. Recorre paisajes de inigualable belleza, entre las más atractivas de España, además de fuentes de entrañables tradiciones históricas y culturales.

A lo largo de los 110 km de caminata, uno tiene tiempo de reflexionar y compartir pensamientos.

Cuando empieza el recorrido, se tienen objetivos concretos: llegar y, además, que todo el grupo lo consiga. El camino es único; no tiene atajos. Es más fácil hacerlo en equipo.

Se alcanza el objetivo después de cumplir varias etapas. Hay subidas y bajadas. Hay puentes que unen. Se tiene dependencia de cosas simples como el agua.

Se mira hacia adelante y se pisa sobre seguro. Se recorre el camino con esperanza. Se valora la tradición de los que lo hicieron antes. Todos los días se vuelve a empezar. Alcanzar el objetivo depende del grupo. El peregrinaje no es "mío"; es "nuestro".

La comparación con la Argentina surge naturalmente. Caminos, subidas y bajadas, esfuerzo, cansancio y, a su vez, esperanza sensata y compromiso.

Fragmentación

Muchas veces miramos para atrás a pesar de nuestros fracasos del pasado. No tenemos objetivos claros, no tenemos políticas de largo plazo. Tenemos visión de corto plazo. Son pocos los que tienden puentes.

Somos una sociedad y una dirigencia fragmentada. Somos escépticos; pareciera que no somos conscientes de la profecía autocumplida. No tenemos conciencia de la incidencia de nuestras acciones u omisiones en el resto de la sociedad. Nos gustan los atajos, que a la larga nos pierden del camino y del destino.

Las enseñanzas del camino son simples y concretas. Mirar hacia el futuro; ponerse objetivos de largo plazo como políticas de Estado. Estos objetivos tienen etapas bien definidas. No busquemos atajos. Simplemente analicemos qué hicieron aquellos equipos, aquellos países a los que les va bien. Copiemos lo que está estructuralmente bien hecho y utilicemos nuestra creatividad para acelerar nuestra velocidad de crecimiento.

Construyamos puentes dentro de la sociedad y su dirigencia. Trabajemos en equipo. Busquemos la eficiencia, más que discutir ideologías. Caminemos trabajando con realismo pero también con optimismo. Pongámonos objetivos ambiciosos sabiendo que los alcanzaremos simplemente dando los pasos necesarios. Comprometámonos con la palabra "nosotros".

Entre nosotros y por nosotros, empecemos a recorrer este camino de la Argentina.

1 comentario:

Anónimo dijo...
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